Del Big Bang al futuro de la televisión
Por Ricardo Jornet

Un espectador en realidad virtual modo ON. Laura Vivet
El día más intenso de esta tercera edición del Serielizados Fest nos pilló corriendo por toda Barcelona para poder asistir a la cantidad de actividades que nos proponía: con David Simon como centro ineludible, asistimos a diversas ramificaciones del mundo serial, como el estreno de la segunda temporada de ‘Fear the Walking Dead’, el homenaje a los Monty Python, la intersección de series y realidad virtual que propone el Mazda Space o un fin de jornada regado con cerveza.
Decía Gilles Deleuze que es muy difícil calibrar la verdadera importancia, el significado profundo, de algo que acaba de nacer. Que las cosas sólo se revelan en su desarrollo, una vez el tiempo nos ha dado distancia y podemos comprender en realidad el sitio de cada elemento en el gran esquema del universo. El sábado, en el tercer día -cargadísimo de actividades- del Serielizados Fest, pudimos asistir de manera privilegiada al Big Bang y calibrar, a continuación, sus justas consecuencias. Pudimos empezar la jornada viendo, en esa especie de templo profano a las series en el que se convirtió el Arts Santa Mónica este fin de semana, el primer episodio de la primera temporada de The Wire: un Big Bang que en su momento no hacía presagiar un nuevo paradigma televisivo, pero que ahora, a quince años de su estreno, tiene algo de Génesis de la edad de oro de la ficción televisiva en la que estamos inmersos.
Fuera, se desarrollaba una tarde especialmente luminosa en el último tramo de las Ramblas barcelonesas, y la gente iba arriba y abajo con la tensión propia de quien espera al Papa: David Simon, el supremo creador, ya estaba desplazando su cuerpo de boxeador curtido hacia el Santa Mónica. Dentro, en las sombras a las que han acabado por acostumbrarse muchos de esos aficionados a las series para los que un sábado ideal equivale a binge watching indiscriminado, asistíamos, como decía, a un momento fundacional: la puesta en imágenes de la crisis de valores de la Norteamérica contemporánea, y por aculturación, del resto del planeta capitalista, del poder perverso que posee medir la experiencia humana en términos económicos: “this is a free country”, dice un pandillero al agente McNulty en la primera secuencia de The Wire. Esta serie, como Los Soprano, A dos metros bajo tierra u Oz, entre otros valientes éxitos de una HBO, se plantearon el problema de América como centro de su discurso, dejaron de ser cápsulas de evasión para convertirse en ese espejo a lo largo del camino que tanto gustaba a los novelistas realistas del siglo XIX, y, en definitiva, aprovecharon las potencialidades de lo serial para erigirse en crítica pormenorizada del estilo de vida occidental, y sobre todo de sus zonas oscuras… (Sigue leyendo)